domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo 2º. Dame tus ojos, demonio.



Londres, 19 / Diciembre / 2009 - Daniel

La luz se vuelve cada vez más tenue, más débil. La oscuridad y la niebla se comen las calles de Londres, por donde paseo en silencio, ya con mi sed saciada con sangre.

Todo aquel que pasa por mi lado aminora la marcha, casi hasta detenerse, y vuelve sus ojos para mirarme, inconscientes de lo cerca que están de la muerte. Observan mi rostro de niño, mis ojos del color de la miel. Les atrae el contraste que hacen con mi pelo negro azabache, brillante y capeado. Mis finos labios les devuelven una simpática y atractiva sonrisa.

Me apoyo en una de las impresionantes farola, típicas de Londres. Miro al cielo, el cual hace escasos segundos que ha terminado de deshacerse de sus últimos resquicios de claridad y cierro los ojos…

Escucho las voces que rebotan en mi cabeza. Decenas de pensamientos con multitud de tonos diferentes para cada uno de ellos…

Una joven de melena rizada y rojiza que cruza la calle en dirección hacia mí, me come con los ojos y yo me distraigo con el peculiar y pintoresco romance que inventa entre nosotros, cuyo comienzo da lugar con un roce fortuito en el brazo.

Un muchacho pasa por mi lado corriendo, y en sus pensamientos irrumpen en mi mente destrozando la fantasía de forma cortante. Su padre ha encontrado algo en el puerto, un barco antiguo… Y él va corriendo a notificar el descubrimiento.

<<¿Un galeón?>>

Aquella noticia despierta mi hambrienta curiosidad. El desbordante interés fluye por mis venas a la misma velocidad que mi recién adquirida cena y me hace abrir los ojos de manera mecánica para buscar en la mente del joven el lugar exacto donde se encuentra el barco. Una vez he observado varias imágenes de un acantilado con esplendidas vistas al mar, lo sitúo rápida y mentalmente sobre un mapa imaginario y me pongo en camino, deprisa.


Cuando llego al borde del despeñadero, veo al padre del chico. Un hombre de gruesas carnes apretadas y patillas a la antigua, con unos pantalones que dejan mucho que desear, remangados hasta la rodilla. En su mano sostiene una linterna y parece estar esperando, algo impaciente y con la mirada vigilante.

<<Me adelantaré para echar un vistazo por ti.>>

El casco de la embarcación se encuentra encallado en varias de las rocas más cercanas al mar, situado justo donde las olas rompen con más fuerza. Yo me deslizo de forma casi felina entre las rocas más elevadas y voy descendiendo hasta saltar sobre la enmohecida y putrefacta cubierta de aquel barco fantasma, donde un olor familiar y una presencia extraña llaman mi atención…

<<¡Qué divertido! Un vampiro durmiendo en este barco… Me pregunto dónde estará escondido el condenado.>>

Me dejo llevar por mis instintos hasta los camarotes más bajos del casco y empiezo a destrozar cajas de madera verdosa a puñetazos, ansioso por encontrar mi tesoro escondido.


Por fin encuentro la caja con el contenido que buscaba. Arrastro unos metros el camuflado y polvoriento ataúd y lo abro al descubrir que el candado se encontraba abierto y sin aspecto de haber sido forzado.

<<¡Dios Santo!>>

Mis ojos se dilatan al observar el cuerpo deshidratado y demacrado del monstruoso vampiro que duerme recubierto de terciopelo escarlata. Sus pómulos parecen dispararse hacia el exterior resaltados por el resto de su cara, que parece haber sido vaciada desde dentro. Las cuencas de sus ojos dan clara cuenta de que han caído hacia el interior del cráneo y solo se perciben sus ojos por un fino cinturón construido a base de pestañas rubias. La blancura de su piel, torna a gris en las partes de su rostro donde el hueso solo se despega del oxigeno por una finísima capa de algo similar al papel. Su vestimenta parece haber salido del guardarropas de un antiguo y macabro circo de burócratas adinerados y sus agrietados labios están contraídos, dejando ver sus aterradores y marfileños colmillos.

No puedo para de mirarlo. Con cada centímetro que recorro de su piel le encuentro una nueva arruga o un nuevo insecto que sale de uno de los muchos pliegues de su ropa, haciéndome contraer el rostro en una mueca de asco. No debe tener mucha fuerza. Me detengo a mirar su cuello, el cual también parece haber sufrido el cruel paso de los años, sin sangre fresca. Quizás debería matarlo, el mundo no necesita tantos vampiros…

Sonrío para mis adentros, algo divertido, mientras me voy inclinando hacia el cuello del ser dormido, entreabriendo la boca. Pero entonces algo me deja clavado en el sitio. Justo cuando mi rostro iba a desaparecer tras su oreja, el destello de unos ojos al abrirse capta mi total atención.

Y fue ese color. Ese azul violáceo propio de los ángeles fue el causante de que mi cabeza girase en el sitio, hasta quedarme frente al moribundo vampiro, recién despertado de un letargo, bastante longevo al parecer.

- … Tu nombre - Exigí saber.

<<¿De dónde sacaste esos ojos, demonio?>>



1 comentarios:

Randt dijo...

........
º/////º!!
más más más más más más!!!
*rueda por el suelo*

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